miércoles, 18 de junio de 2014

¿Por qué no te callas?




La frase que en 2007 marcó tendencias, sirvió de estribillo repetido, de eslogan, dejando entrever como un rey era capaz de ser espontáneo y nada protocolario y poner punto en boca al charlatán presidente Chávez.

Ese ¿por qué no te callas? hubiese sido, seguro, trending topic en la red del pajarito y se hubiese creado su correspondiente etiqueta almohadillada.

Y hoy, reflexionando ante el magno acontecimiento del entronamiento de Felipe VI como rey de España y con toda la transgresión acaecida hacia la Casa Real, la bandera nacional y los defensores del modelo de Estado que durante 39 años ha sido el sello que cerraba una etapa dura y difícil, donde se empezaba de nuevo a creer en las libertades, en el pensamiento no cercenado ni coaccionado, en expresar sin miedos nuestras creencias e ideologías... 

Sinceramente, me pregunto ¿por qué no se callan? ¿Por qué no se deja de decir sandeces sedicionistas y barbaridades aderezadas con guillotinas, frases más propias de la Revolución francesa que de la España democrática y evolucionada del siglo XXI coloreando todo con un morado comunero castellano que oculta amenazante una de las franjas rojas de la enseña nacional? 

¡Sí, amenazante! Porque la bandera que dice ser el emblema de la que pretende ser la III República Española no se alza conciliadora, sino combatiente, rencorosa y orgullosa de ser portada por aquellos que dicen respetar las libertades y, sin embargo, se mofan y escupen sobre aquellas que no sean las suyas propias.

Que se enfade quienquiera. Porque eso es lo que observo desde una visión equilibrada, basada en querer una unidad con todos. De nada vale si no es así.

Por una vez, a todas esas voces discordantes con todo aquello que tenga corona y sobre todos aquellos que prefieren la rojigualda y no cesan de despotricar sobre corruptelas y rebeliones; que desde sus gargantas no salen más palabras que fascistas, aborregados, franquista; que los únicos argumentos que esgrimen están tan raídos y huelen a rancio, como aquellos cadáveres que pretenden resucitar en pos de una España fracturada, una vez más, por las ideologías. 

Pobres los muertos que aún se usan como escudos y armas a la vez. Entonces les segaron la vida y hoy hay quienes siguen sin dejarlos descansar.

Por una vez debieran dejar de torpedear con la ilógica y actuar con la razón. ¿En serio no se considera la monarquía española como el modelo propiciatorio de una España liberada a partir de la Transición? ¿¡En serio!? ¿En realidad hay quien se siente vasallo en lugar de ciudadano? ¿¡Es verdad eso!? Porque si es así me parece que el problema no radica en la sucesión al trono, sino en la mentalidad del pueblo.

Juan Carlos I dió al país la estabilidad coyuntural de la que adolecía -ahora sí cabe decirlo- a raíz de la estúpida Guerra Civil donde entre la penosa II República, los sublevados y el posterior gobierno al mando del general Franco terminaron por crear un país sin espíritu y con muchos recelos. 

Los gritos no son signo de razón, sino de algarada para hacerse notar. El consenso y el diálogo sí son los caminos. Los que hoy abogan por una república están en su derecho de expresarlo y solicitarla, pero por lo legal. ¿Qué es eso de un referendo? ¿Es esto un patio de colegio donde las cosas se decidían al albedrío del momento? Los ríos por sus cauces llegan al mar, fuera de ellos sólo es agua que se desborda en anarquía e inunda dañando lo que encuentra a su paso, sin considerar si destrozan tierras fértiles o simplemente se extienden en un pedregal.

Pienso así. Apoyo una Corona que nos ha dado paz, libertad y derechos y quien no quiera ver esto está claro que no ve más allá de sus propias narices. Es decir, lo que le interesa. Sin más. Que no me hablen de hacerlo por el pueblo, porque no me lo creo y no se sostiene.

Me importa poco si alguien piensa que soy uno de esos abotargados en un tipo de gobierno anacrónico, porque ni lo soy ni lo es. Y me remito a quienes hablan aún como si no hubiésemos salido de nuestra contienda fratricida, de quienes ensalzan regímenes donde sus jefes de Estado quisieron perpetuase ad mortem y sus sucesores no salen electos del pueblo, sino por la línea directa que señala el dedo de quien ostenta el poder máximo.

Felipe VI será entronado. La monarquía, por decisión de quienes elegimos libres en nuestro posicionamiento político sí será refrendada y ojalá la estabilidad de España se asiente no 39 años, sino de forma atemporal. El nuevo monarca ha decidido que el evento se haga dentro de una austeridad sin precedentes, señal de la realidad que bien conoce. 

Por una vez se hacen necesarias voces al unísono por el bien común pero estoy convencido que, como Chávez, habrán quienes no dejarán de calentar la oreja en su propio favor... Qué falta hace una voz cuerda que diga: "¿Por qué no te callas?"