viernes, 19 de septiembre de 2014

De los amigos virtuales

Reconozco que Facebook es plataforma interesante. Rienda suelta a lo que quieras (aunque esa libertad sea criticada después por quien te tiene agregado, por exceso de "carajoturas" básicamente).

Puedes exponer tus pareceres (con la lógica consecuencia sobre tus palabras), expresarte sin cortapisas de quien pueda refutar tus palabras, ideas, opiniones... (Si bien es cierto que el estímulo-respuesta en la red puede ser alarmante por su rapidez). 

Es decir, Facebook -como Twitter- es un estrado creado para compartir experiencias, al que unes amigos (entiéndase por estos a cualquier persona a la que consideres cercana, aunque no la conozcas en persona). Sin embargo, estos mismos, tras mostrarte sincera y genuinamente, empiezan a contemplar la opción de despellejarte. Al principio entre bromas, después llamándote por el nombre de tu denei y, al final, usando la tercera persona para crear frases indirectas que, directas, se refieren a ti. Desde ahí, te has convertido en el pesado, aburrido, inconsistente y antítesis de todo lo que tu "amigo" (desde ahora "afiliado") considera desea para su grupo de seguidores. O sea, eres ese ser repulsivo, petulante, banal y molesto (porque, además, le mandas peticiones para el Candy Crush Saga o el Pet Saga) que jamás querría tener en su perfil. 

Un día, al leer las novedades de tus afiliados -también los tienes, claro- ves un mensaje, de esos que te suenan a vengativo y rencoroso hacia no sabes quién, y que amenaza con "hacer limpia" en su muro (de quien sea) y tú, inocente y vago, no lees los comentarios afectos a tal publicación. Cuando pasan unos días y quieres etiquetar a esa persona en una fotografía de hace años, encontrada de forma casual entre mil papeles que guardabas (de esas que te hacían creer que tenías una honda relación), te sorprendes que, al escribir su nombre, no aparece de forma espontánea -señal inequívoca de vuestra común unión en las redes sociales-, y piensas... -"¡Anda!"-

Eras tú. Aquellas palabras enojadas iban por ti también. Por lógica rencorosa haces lo mismo. ¿Qué vas hacer con alguien que no te quiere entre sus afiliados? ¡Nada! A partir de ahí te preguntas "por qué", "cuándo"... En fin esas cosas del misterio de la mente humana. Quizás, ese ex-amigo hasta te evite si llegáis a coincidir en alguna reunión o en un paseo cualquiera.

Podría pensarse que las redes han desarmado una amistad, a lo mejor antigua, pero no... Aquella diversión donde mostrarte natural, sin dudas ante el beneplácito de tu, otrora, amigos de siempre, ha pasado a ser una guillotina virtual, o un cubo de basuras de igual índole. Has descubierto lo poco que tus amigos y tú os conocíais. Tan poco, que cuando te has mostrado, no sólo no han respetado tu forma de ser y ver las cosas, si no que, encima, te has caído con todo el equipo (para ellos). Sólo por ser tú.

Moraleja: Deja que las redes vean sólo lo justo, siempre puedes dejar el resto para quien de verdad te estima.