domingo, 5 de abril de 2015

Solo queda un año

Ahora que en verdad todo pasó, queda el deleite.

Cuando veíamos el Domingo de Ramos lo lejos que aún quedaba el de Resurrección, nos desbordaba la euforia de siete días por delante.

Haciendo uso de la sevillana frase, me permito darle uso para mi casa: "Llegó como llega siempre... Y La Isla la esperaba".

Llegaron las palmas, los capirotes... Llegaron los tumultos, las calles oliendo al perfume de la Pasión, las emociones afloradas, las saetas, las manos enguantadas y la cera... La cera derramada.

Ahora que todo pasó, nos embarga la nostalgia. Es que esto es así, hermano: De la alegría de la Borriquita -tragedia anunciada-, a la melancolía de Cristo triunfante sobre la muerte. ¡Qué complejos y qué contrariados somos los cofrades!

Se fueron como llegaron. Con el esplendor de una primavera, con el recuerdo por bandera de volver a ser vivida otra semana igual. Con las redes llenas de momentos recogidos como un ramillete de flores: con mimo y celo. Con instantes que, por un año, serán irrepetibles.

Ahora que todo pasó, nos queda la reflexión. Sobre lo que hemos experimentado y qué quisieramos hacer la Semana Santa que viene. La introspección. La mirada interior. Las remembranzas.

Reflejos como aquellos que dan en la esquina del paso dorado, mientras muere la tarde regalando detalles. Las escenas que se han perpetuado día a día, encontradas por el azar o no. Eso queda ya.

Disfrutemos de lo que hemos hecho acopio. De haber inculcado, un poco más, nuestros sentimientos a nuestros hijos. De los reencuentros con los amigos. De los adiós con un abrazo.

Ahora que en verdad todo pasó: solo queda esperar. Solo un año, nada más.

(Foto Sergio Gutiérrez)